El fotógrafo se encuentra cubriendo un evento a 300 Km. de la redacción. Haciendo honor a su oficio, obtiene una buenas tomas. No demora: se aproxima a su computadora portátil y transfiere las fotografías de la tarjeta de memoria de la cámara digital al disco rígido de la PC. Sólo le toma un rato elegir una o dos especialmente representativas y las envía vía Wi-Fi a la redacción, quizá por correo electrónico ordinario, quizá por intermedio de un programa FTP. Allí las recibe el atento diseñador, que con sólo un par de clicks de su mouse coloca la imagen digital en la ubicación definitiva que ocupará en la revista.
El procedimiento por el que llega el resto de la información a la redacción no es muy diferente del proceso que acabamos de describir. Notas periodísticas, gacetillas y avisos publicitarios corren paralelamente por los mismos canales digitales y confluyen en la redacción conformando lo que será el diario o revista. Incluso existe la posibilidad de que la publicación sea digital, con lo que la materia prima de trabajo se mantendrá en el universo intangible de la virtualidad tecnológica, en la forma de portal de noticias, site, newsletter o blog.
Los cambios han sido tan radicales en la cotidianeidad editorial de los últimos años que remontarse con la memoria o con la imaginación hacia los tiempos anteriores, o imaginar otra manera de hacer las mismas tareas parece difícil. Muy lejos quedó el tiempo de las salas de revelado, o de los grandes tableros de diseñador. No es posible imaginar un trabajo en el que no necesitemos una mínima competencia en el uso depen drive, mail, memory card, software, grabadora de cd, dvd, etc. Pero fundamentalmente, no es posible imaginar un trabajo en el que no necesitemos de cierto sentido común tecnológico, que involucra no sólo el conocimiento de lo ya habido, sino una competencia y predisposición para adaptarnos a lo nuevo, que cada vez llega más rápido.
Pueden hacerse, y de hecho se hacen, muchos pronósticos acerca de qué rumbo seguirá el desarrollo tecnológico, vaticinios que no tienen mayor mérito que el que pueda tener cualquier adivinación o especulación. Sin embargo, hay ciertas transformaciones técnicas de las que ciertamente no podemos dudar a futuro: cada vez la transferencia de información es más rápida y cada vez es posible almacenar más información en menos espacio. ¿Qué consecuencias traen estos cambios? Tiempos de redacción más breves, incluso nulos, de los que ya tenemos varios ejemplos. Imaginemos un medio masivo en el que no sea necesario redactar, cuyos contenidos sean remitidos y publicados instantáneamente, encuadrados en un formato predeterminado sin necesidad de la colaboración constante de un diseñador, sin necesidad de una colaboración constante, humana y centralizada. Los ejemplos de este tipo de publicación sobran: YouTube, Yahoo! Answers, Wikipedia son claros ejemplos, con distintos criterios de regulación y diversos grados de participación pública.
Mucho se debate acerca de cómo clasificar estas nuevas modalidades, en un intento vano por adaptar objetos nuevos a categorías obsoletas. Sería mejor reelaborar categorías o dar a luz nuevas, tal como lo hace brillantemente Carlos Scolari en su análisis sociosemiótico de las interfaces. Y esto abre un punto interesante: ¿podemos imaginar un medio de comunicación más ideal a los fines empresariales que aquel que no requiere trabajo de redacción, sino cuyo contenido es elaborado y renovado permanentemente por los propios usuarios/lectores y consumido masivamente de manera instantánea? ¿Cabe imaginar un canal publicitario más idóneo que aquel que proporciona contenidos seleccionados por el propio usuario en base a sus gustos y expectativas? Porque en eso han devenido algunos medios, en amigables interfaces, de intervención sutil aunque no por eso menos eficaz que la de los medios tradicionales. En ese marco y no otro, en el que cobran sentido los proyectos que echan uso de la realidad aumentada como Google Glass.
Aún así, la mirada pecaría de demasiado reduccionista si sólo damos cuenta de los intereses económicos, porque la interactividad canaliza uno de los imaginarios sociales más poderosos vinculados a los medios de comunicación: el deseo generalizado de ser parte de ellos, de estar en el medio. ¿Qué otra cosa impulsa a quien crea un Fotolog, sino el ardiente interés por convertirse en objeto de la mirada masiva? Facebook, Hi-5 y demás redes sociales son un buen ejemplo de cómo encuentran su articulación el instinto de búsqueda del éxito social con las aspiraciones de éxito masivo, del cual constituyen su continuación y su proyección infinita. Baste mencionar, muy rápidamente, la diferencia de categoría que existe, en el imaginario flogger, entre un usuario común y un usuario Gold.
Contenidos creados por sus propios consumidores. ¿Estamos ante el fin de las líneas editoriales, el nacimiento de una democratización total de la información? De ninguna manera, porque la jerarquización subsiste, y no a través de distinguir entre Gold y standard, entre moderador de foro y participante, entre usuario registrado e invitado. La jerarquización es tan transparente como la interfaz, simplemente sucede, cada vez que abro mi Chrome, cada vez que tipeo mi búsqueda, y cada vez que se despliega la lista de resultados, con la misma facilidad con la que tanto el espectador habitual y fanático como el analista crítico encienden su televisor a la misma hora para ver el programa de mayor audiencia del país. En eso consiste el poder de un medio de comunicación, de eso se trata la mediación. El trabajo editorial no corre por otro carril. Ha devenido obvio y obviado, se ha vuelto dispositivo transparente, lente de contacto con el que miramos el mundo.